El libro de Daniel y la tesis macabea: mi peregrinaje
personal
Parte II
Parte II
Opiniones de mal sabor
Yo
tenía veintiún años y estaba ansioso por conocer la verdad. ¿Quién estaba en lo
correcto? ¿Mi profesor o mi iglesia? ¿O la respuesta correcta no era ni la una
ni la otra? Cuando recuerdo aquellos días de crisis personal, agradezco a Dios
por la terapia de shock del Dr. Heller.
He
encontrado que podemos crecer en nuestra fe más rápido cuando experimentamos
una crisis de fe, y buscamos a Dios sinceramente con la determinación de
aceptar la verdad cualquiera sea el costo. Eso nos humilla y nos conduce a una
investigación honesta de la Palabra de Dios.
Reconocí
que si mi profesor estaba en lo correcto, yo estaba en problemas con las
creencias de la iglesia —especialmente con las profecías en el libro de Daniel.
Si el Dr. Heller estaba en lo correcto, mi padre había estado equivocado al
presentar las historias del libro de Daniel como eventos históricos, porque
deberían haber sido vistas solamente como “cuentos de hadas” o de las “cortes”,
de acuerdo a los eruditos histórico-críticos.
Además,
las profecías no eran realmente predicciones, sino solo historia escrita
después que los eventos tuvieron lugar [vaticinia ex eventu]. Nuevamente, las
implicancias eran transparentes: las explicaciones adventistas del libro de
Daniel no eran verdaderas. Consecuentemente, el corazón del mensaje adventista
se quebraría y las explicaciones proféticas necesitarían una reinterpretación.
Nuestra misión como movimiento profético colapsaría.
Lecciones
de historia
Gracias al Señor, a pesar de mi confusión, yo no
estaba listo, yo no estaba listo para izar una bandera blanca o al menos no
rendirme sin una batalla. Y esto quería decir que debía estudiar por mí mismo,
mucho más profundamente que nunca antes. Y me dije a mí mismo: “No seas selectivo
ni apresurado en tu juicio. Sé paciente, no saques demasiado rápido tus
conclusiones. Tienes que estudiar este asunto más cuidadosamente. ¡Aprende a
vivir con tus interrogantes! Vas a tener que orar y estudiar duramente, y
cuando tengas toda la información posible desde ambos lados, tomarás tu
decisión”. Pensaba que si nuestra interpretación profética estaba correcta,
entonces Dios me daría una buena respuesta para el Dr. Heller.
Además, yo no debía simplemente confrontar a mi
profesor con la verdad, sino más bien hablarle con amor, respeto y cortesía.
Tendría que enfrentar sus argumentos con sus armas y en su idioma, para que
pudiese ver la fuerza y honestidad de mi posición.Yo tenía que aprender, sin
embargo, que presentar la verdad no es así de simple, porque nuestras
presuposiciones flosófcas —los lentes que ponemos en nuestros ojos
espirituales, es decir, la forma en que nos aproximamos a las Escrituras
mismas— deben tratarse. A menudo, el problema real no es la incredulidad sino
la hermenéutica de aquellos que dicen creer en el mensaje bíblico.
Especialmente signifcativo es el problema de entender la historia. Pero cuán a
menudo he escuchado, “¡Lo que es importante es el mensaje, no la historia!”
¿Podemos realmente tener un verdadero mensaje sin estar basados en la historia?
Considere la resurrección de Cristo. ¿Es un hecho histórico o solamente una
hermosa creencia? Jesús vino en la carne, exactamente en el momento señalado.
Resucitó en la historia y este hecho es nuestra
única esperanza de vida eterna. La historia de la salvación es una historia
real (ver 1 Co 15:12-20). Separar la fe de la historia es para mí como el
neo-docetismo o el neo platonismo. Tratar de encontrar en alguna parte de la
narrativa bíblica un núcleo histórico y rechazar el resto es como un efecto
“cebolla”. Usted saca diferentes capas de la cebolla para llegar al corazón de
ella, pero después de sacar todas las capas descubre que no hay un corazón porque
una cebolla está solamente compuesta de varias capas. Construir nuestra
teología solo sobre la proclamación o la fe es muy peligroso, podría ser que al
fnal no quede nada. Es como hacer de la teología una flosofía que está
construida sobre ideas llamativas que no tienen relevancia en la vida física ni
en la historia.
Zapatos doctorales
Después que recibí mi título de Maestría en Teología en 1979, trabajé como pastor por seis grandiosos años. Pero siempre la imagen y argumentos de mi amable profesor de Antiguo Testamento, Jan Heller, permanecieron en mí. Creo que fue el Espíritu Santo que me impulsó a ir al fn a él con un pedido: ¿Estaría él dispuesto a ser mi profesor guía y aceptarme en un programa doctoral? Ahora, usted puede darse cuenta que ningún adventista en mi país había alguna vez buscado matricularse en estudios doctorales relacionados a Teología. Yo había determinado que si tenía que escribir mi tesis algún día, buscaría ser el testigo de Dios por la verdad. Eso signifcaba para mí que debía escoger un tópico enriquecedor no solo para nuestra comunidad adventista, sino especialmente para mis muchos amigos protestantes. Por supuesto, el Dr. Heller preguntó cuál sería. Yo cortésmente pedí escribir una tesis acerca de la fecha y del autor del libro de Daniel y hacer una exégesis del pasaje clave de ese libro —las 70 semanas de Daniel 9:24-27.
Después que recibí mi título de Maestría en Teología en 1979, trabajé como pastor por seis grandiosos años. Pero siempre la imagen y argumentos de mi amable profesor de Antiguo Testamento, Jan Heller, permanecieron en mí. Creo que fue el Espíritu Santo que me impulsó a ir al fn a él con un pedido: ¿Estaría él dispuesto a ser mi profesor guía y aceptarme en un programa doctoral? Ahora, usted puede darse cuenta que ningún adventista en mi país había alguna vez buscado matricularse en estudios doctorales relacionados a Teología. Yo había determinado que si tenía que escribir mi tesis algún día, buscaría ser el testigo de Dios por la verdad. Eso signifcaba para mí que debía escoger un tópico enriquecedor no solo para nuestra comunidad adventista, sino especialmente para mis muchos amigos protestantes. Por supuesto, el Dr. Heller preguntó cuál sería. Yo cortésmente pedí escribir una tesis acerca de la fecha y del autor del libro de Daniel y hacer una exégesis del pasaje clave de ese libro —las 70 semanas de Daniel 9:24-27.
Tuvimos una larga y agradable conversación. Heller explicó que hay un claro consenso entre los eruditos del Antiguo Testamento acerca del autor del libro de Daniel, y que yo no podría obtener nada
signifcativamente nuevo para discutir. No desanimado con su respuesta, la cual esperaba, le dije que nuevos hallazgos en este campo de estudio indicaban que el autor del libro de Daniel debería ser investigado cuidadosamente una vez más (voy a ahorrarle la molestia de un detallado informe de nuestra
larga conversación). La respuesta de Heller incluía su erudición y su cortesía: “Si yo estuviera en sus zapatos, no lo haría porque es una pérdida de tiempo.
Pero usted es joven; inténtelo y veremos. Si usted descubre algo nuevo y valioso, y si sus argumentos son sólidos, lo apoyaré y usted puede obtener su doctorado en teología. Si no, tendrá que elegir otro tópico”.
Acepté su desafío. Era vital para mí y un asunto de sí o no: O probaba que Daniel era el autor del libro de Daniel o no tendría argumentos
valiosos, y debería aceptar las consecuencias. Quería ser honesto. No quería ser un pastor ni un miembro de una comunidad de fe que no podía defender sus creencias.
Parte Final
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